Bebito gigante - Final ETERNO. Parte 2.









Parte 2

 

Un nuevo comienzo – FINAL




Este sí es el final definitivo, 

muchas gracias a todos ustedes

por permitirme llegar a contarles 

la vida ficticia del chico realmente llamado Gabriel, 

quien me conquistó

cuando yo andaba de joven como él. 

 

 

 


Gabriel corrió con toda su velocidad hasta llegar a la escuela, sabía que le iba a costar ingresar, porque ya habían cerrado la puerta. Las energías de un buen muchacho de 16 años bien nutrido se reflejaban en poder conservar la velocidad con que corrió. Y así fue como lo pensó, al llegar, el portón escolar estaba cerrado, tendría que tocar hasta que alguien le abriera.

El joven sintió la acumulación de su sudor en la espalda cuando esperaba que le abrieran, era la misma sensación de cuando jugó fútbol con sus compañeros que tuvo en la secundaria, “si de casualidad le invitaban a ir con ellos tras la pelota”.

Entonces, tras sus insistencias tocando el portón, sí que le abrieron, era una mujer que no era la prefecta ni de los que siempre estaban ahí de pie todas las mañanas.

─No tienes que decirme nada, es obvio que se te ha hecho tarde─. Dijo la mujer, con gesto sonriente y serio, de pie con la puerta un poco abierta, dando a entender muchas posibilidades. Justo ahí, el joven que respiraba agitado, le dijo:

─Buenos… días… ¿Pu-puedo pasar?

─Solo si puedes explicar por qué sucedió esto en vísperas de haber iniciado el ciclo escolar. Eres un joven con una carita muy linda, casi de bebé, y no quiero llevarme la desilusión que por eso vayas a ser de los que siempre están pidiendo tiempo para ingresar después de cerrar─. Añadió la mujer.

Cuando Gabriel escuchó la referencia de que parecía un bebé, recordó a todo lo ocurriendo en su casa con su castigo, donde su madre se la había pasado revisando sus pañales para saber si requería un cambio. Quiso contestarle algo fuerte que le diera a entender a la mujer, que no era la prefecta, pero eso le metería en más problemas, y en casa ya habían muchos que involucraron la confianza. Así que le dijo, bajando todos los músculos en su rostro, para que le permitieran reflejar la sinceridad:

─No tengo otros más que problemas familiares, señorita, mi madre no está bien ahorita por una locura que hice y de la que me siento culpable. Quisiera entrar en detalles, pero serían caóticos para usted saber. Así que dejo en simple decisión a usted si me deja ingresar, si no, me regreso a mi casa con tranquilidad y esto nunca pasó.

La mujer delante del verdadero bebito gigante, quien usaba el uniforme de un chico de bachillerato, razonó todo aquello, realmente era la nueva trabajadora social que por ese día quiso mostrarse bromista, y el comentario del joven, le llegó al interior, causándole duda y ganas por saber del suceso en su casa, pero mejor lo decidió a resolver en otro momento.

En su gesto noble, le permitió el acceso al joven.

─Gracias.

Gabriel se fue caminando hacia el interior de su escuela. Con eso, pudo darse respiros. La nueva trabajadora social, cuando cerró la puerta, volteó a ver al joven para analizar si llevaba bien el uniforme, porque a veces los jóvenes llevaban el pantalón mal portado por detrás, y alcanzó a verle en las pompas y entrepiernas, unas ligeras manchas de humedad; pensó que era sudor, pero éste nunca se marcaba tanto, tuvo que habérsele regado agua o definitivamente, haberse hecho pipí. Con lo bien que tenía entrenada su mente por ser trabajadora social, se grabó el rostro del joven estudiante, para atender ese caso resolviendo duda por duda en otros momentos.

 

Gabriel se fue directo hacia su salón de clases. Tuvo el clásico pensamiento de todos los jóvenes, de no incomodar el profesor en turno y mejor esperar a que saliera para entrar. Y se quedó sentado en las escaleras, pensando en las tareas, exámenes, los pañales, en Carolina y en su madre.

 

Dieciséis minutos después…

 

La alarma de las primeras dos horas sonó, todos los jóvenes del plantel empezaron a hablar y tomar aire en sus salones, poniéndose de pie. Gabriel también se levantó de las escaleras, observando que los chicos salían por los que querían ir al baño. Al verlos, no les habló mucho, solo se fue hacia la puerta, y luego escuchó:

─¡Amigo, a la próxima vete al baño! ¡No seas asqueroso!─.

Gabriel dirigió la mirada a donde los demás, y se dio cuenta que percibían la mancha de sus pompas impregnadas en el suelo por la humedad









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Y nunca dejes los pañales. :D