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Al día siguiente…
La señora Celia se puso de pie de inmediato, para continuar con sus labores así como lo hacían todos los días lunes. Para los días hábiles de la semana estaban los planes de atender la cafetería desde las 9:00 hasta las 5:00 de la tarde, igual estar con los cuatro muchachos de 18 años que tenían como trabajadores del lugar.
La madre de los dos jovencitos caficultores se fue a poner presentable para sus mismos negocios, porque a pesar de atender su propio establecimiento para la gente, tenía que ser promotora de los fertilizantes de la empresa Yara para la que también trabajaba; en parte, la empresa Yara había sido la principal base del éxito de su cafetería, hacerlos conocidos a nivel internacional por su buena calidad y esfuerzo en el cultivo del café. Con la fidelidad que le debía a la empresa Yara, la señora Celia rápido se vistió con el uniforme: una camisa formal con los logotipos, su nombre a la vista y el lema en su espalda, que recitaba: fertilizando tu vida.
Luego se fue a hacer el desayuno rápidamente.
Pasaron unos 17 minutos de que ella había puesto a hacer el café favorito de su hijo en la olla, las salchichas a freír y calentaba el aceite para los huevos; luego mientras los rompía y estaba a punto de batirlos, llegó su hijo Carlos, con el ceño fruncido, el rostro casi llorando de incomodidad…
Mauricio se quedó despierto esa mañana en segundos cuando sintió que su hermano salió disparado de su lado de la cama, como si hubiese fuego en alguna parte del cuarto. Pero en sí, lo que le hizo sentir fuego a Mauricio en el estómago, fue que cuando apenas flexionó las piernas, éstas arrastraron una porción de humedad de la sábana que cubría al colchón. Recordando su mal nocturno, con las energías repuestas, se hincó en la cama, demostrando las prendas con las que había dormido, sintiéndolas húmedas, igual viendo la mancha de humedad en la parte donde había dormido su hermano. A Mauricio le sorprendió el hecho que se pudo levantar sin el sonido de su despertador, ni el ánimo de su madre o padre, pero el miedo de la reacción de su madre eso si le activó como un resorte, le causó más frío del que de por sí hacía en las mañanas en Tolutla. Cuando pasó su mano derecha por su calzón, casi tocando su pene, sintió la agria humedad, el aroma de su
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