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Así las cosas deben ser…
Para cuando el joven despertó de su mediana siesta, Gabriel se mantuvo en su cama, sin ponerse un pañal él mismo, viendo lo último en mensajes en los grupos de la escuela, leyendo los comentarios que todos enviaban sobre las materias y los temas de importancia.
Le gustaba que el viento de la tarde le refrescaba lo bonito de sus piernas desnudas. Su madre, la señora Érika se mantuvo abajo, hablando por teléfono, a ratos con su esposo, reportando el progreso del castigo en su único hijo y los temas de pareja; también hablaba por largos momentos con los ejecutivos de la empresa INFANTEX, solicitando los pañales de uso nocturno, para que su precioso bebito gigante no tuviera esos escapes de pipí, de pie o acostado; y todos los ejecutivos de la empresa accionaban a favor.
Cuando la mujer terminó esas ocupaciones, ya se aproximaba la hora de dormir, antes de subir con su joven, se puso a preparar el uniforme de su chico y también el suyo.
Poco después, la señora Érika subió caminando rápido, sintiendo que el cansancio se le apoderaba de todo el cuerpo. Llegó con Gabriel, viéndolo tendido en la cama, recordando lo pendiente en su tratamiento como bebé. Y le dijo:
─Mi bebito gigante, ya es hora de prepararte para dormir─.
El joven vio a su madre, no dijo nada, solamente afirmó con la cabeza, haciendo una ligera mueca, como muestra que seguía en desacuerdo.
La mujer no dudó en iniciar, rápido sacó una toalla de la cómoda y le fue a desvestir; le sacó la playera y el calzón que
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